Poco a poco, conforme iban pasando los días, las semanas y los meses me iba encontrando peor. Estaba entrando en una profunda depresión que afectaba a mis relaciones personales, familiares e, incluso, a mis estudios. Pero yo sabía la causa, al menos, creía conocerla. No tengo muy claro el comienzo, su momento inicial, pero sí el desencadenante. Se lo habían detectado hacía ocho años, tuvieron que operarla del pecho, darle quimioterapia… Fueron años muy duros que pasaron factura a toda la familia. Ese fue el motivo de comprarme el coche.
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Facultad Teodomiro era uno de esos condes que, a sus 50 años. El pudo escapar montado en una acémila junto con sus armas, y desde entonces, recorría la frontera buscando mujeres prisioneras o esclavizadas para liberarlas y así poder casarse con alguna heredera de otro condado con el fin de poder liberar sus tierras y su castillo. Teodomiro tuvo dos experiencias sexuales, una a los 22 abriles con una jovencita de 15 que vino del campo y a la que consiguió engañar con unas numerario para llevarla a los establos, adonde los encontró el padre de ella, en el momento en que, cheat los calzones en los tobillos, la muchacha arrodillada a sus pies, cheat los pechos fuera del vestido y el pene en su boca, estaba a punto de descargarse, y los emprendió a fustazos hasta que consiguió subirse los calzones y salir corriendo. La segunda fue con una de las criadas del castillo, mujer de espíritu ligero, que también accedió, convencida por unas monedas. Mientras él lamía los pechos y chupaba los pezones, ella acariciaba su bulto sobre el jubón, también fue interrumpida por el grito del vigía anunciando el ataque morisco. Su vista iba de unas a otras, mientras su mano subía y bajaba despacio, disfrutando del edad. Iba de las piernas de las del río a las de las lavanderas de la orilla, pasando por las transparencias de los pechos que se adivinaban en la distancia en las lavanderas del otro lado del río, cuyas camisas se encontraban empapadas de agua y marcaban sus oscuras areolas sobre la tela, mientras recordaba las sensaciones de sus fallidas amistades amorosas, sobre todo, los momentos de la maravillosa felación de la joven, sin olvidar los turgentes pechos de la moza. Pero para Don Teodomiro, esto fue demasiado. Durante unos segundos, nadie se movió, solamente se oyó el crepitar de las llamas.
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